¿Qué me pongo para una fiesta de Halloween si odio disfrazarme?
Si lo más aterrador del Halloween para ti no son los fantasmas, sino la idea de enfundarte en un disfraz… tranquilo, no estás solo.
Hay quienes viven para planear su atuendo con meses de anticipación, y luego estamos los demás: los que sentimos que eso de disfrazarse debería contar como trabajo de tiempo completo.
Los dos tipos de personas en Halloween
En este mundo hay dos clases de personas: los Heidi Klum y los que simplemente… no.
Los primeros son esos seres que desde agosto ya están moldeando espuma, pegando lentejuelas y viendo tutoriales para parecer alienígenas glamorosos.
Y hay que admirarlos, de verdad. Les apasiona el detalle, la caracterización, el drama.
Para ellos, Halloween es su Super Bowl personal.
Luego estamos los otros —los que miramos todo ese despliegue de energía y pensamos—:
“¿En serio tengo que gastar tiempo, dinero y dignidad en parecer gusano gigante o zombie ejecutivo?”
No es falta de espíritu festivo, es puro instinto de supervivencia.
No hace falta disfrazarse al extremo para entrar en el ambiente
Si te invitaron a una fiesta y decides ir, lo mínimo es mostrar un poco de espíritu.
No se trata de colgarte unas orejas de gato del supermercado y decir que vas “de algo misterioso”.
Tampoco de aparecerte sin nada y pretender que eso es una declaración conceptual.
La clave está en hacer un guiño al tema sin perder la compostura.
Aquí algunas ideas de bajo esfuerzo con un toque sarcástico:
- Camisa blanca, corbata floja y café en mano: eres el becario eterno atrapado en horario laboral… del más allá.
- Playera de futbol vieja + cara de decepción: aficionado después del clásico (terror puro).
- Delantal, chanclas y cucharón: la tía que asusta más que cualquier monstruo cuando alguien se mete a la cocina.
- Lentes oscuros y actitud distante: fantasma que sigue sin superar su servicio social.
Los disfraces conceptuales: el refugio del perezoso elegante
Un amigo fue a una fiesta sin disfraz, solo con su abrigo largo.
Todos asumieron que iba de detective noir.
Desde entonces, cada año “cambia” de personaje: a veces es espía, a veces periodista de los 50. Mismo abrigo, distinto título.
Un genio del ahorro y del ingenio.
Otra conocida fue con un paraguas cubierto de listones y dijo que era una medusa.
Creatividad con presupuesto de estudiante, nivel aprobado.
No se trata del disfraz, sino de la historia que cuentas
Halloween no es un concurso de confección, es una excusa para reír, improvisar y comer pan de muerto sin culpa.
Si te quitas la presión de “impactar”, descubres que lo divertido está en la actitud.
La gente recordará más tu ingenio que la calidad de tu maquillaje.
Y si te atreves a ir sin disfraz, al menos hazlo con convicción:
“Yo vengo como adulto responsable que paga impuestos. El más temido de todos.”
En resumen
No necesitas latex ni maquillaje profesional para divertirte.
Solo creatividad, un toque de humor y cero estrés.
Recuerda: el objetivo de Halloween no es ganar un premio al mejor disfraz, sino disfrutar la noche (y quizás robarte uno que otro dulce).
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